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Dorrington Ave, nº 2

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Mensaje  Jane C. Jaffe Jue Jul 23, 2009 3:12 am

Dorrington Ave, nº 2 2007062067mansion

Caminando tranquilamente por esa calle poco transitada del barrio más lujoso de la ciudad, puedes cencontrarte de lleno con la casa de los Jaffe, una gran casa de piedra, rodeada de cesped siempre verde y arbustos. A la entrada hay una gran puerta de piedra, en la cual se situa una cámara de vigilancia que debe ver tu rostro para dejarte pasar.

Trás caminar por un camino de piedras hasta llegar a la casa y entrar por sus puertas de madera de roble, se encuentra un amplio
recibidor, en el cual en frente se situa un gran salón, y un poco más a la izquierda, la sala de música, llena de instrumentos, de los cuales Jane solo sabe tocar el piano y el violín. A la derecha está la cocina y completamente a la izquierda, las escaleras para subir al piso superior.

Subiendo por las blancas escaleras de mármol nos encontramos de lleno con un amplio pasillo y la primera habitación que vemos es el
estudio o también conocido como el despacho del Señor Jaffe y en frente se encuentra la habitación de éste.

Seguimos avanzando por ese pasillo y podemos ver otras dos habitaciones. La primera es la de
invitados, y la segunda la de Jane, aún un poco vacía por la mudaza, pero decorada a su gusto. Esta habitación poseé una terraza de madera.

Al final del pasillo de la primera planta nos encontramos con un mirador.

En la parte de atrás se encuentra una
zona cubierta, en la cual padre e hija salen de vez en cuando para hablar pero muy pocas veces, por lo que Jane lo utiliza para escribir y para practicar ballet. Y un poco más para delante también se encuentra la piscina
.

Todo cabe decir, que es una casa silenciosa, salvo cuando Jane toca el piano, es decir, casi siempre, y que pocos son los que entran en ella, debido a la desconfianza del dueño.
Jane C. Jaffe
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Mensaje  Jane C. Jaffe Sáb Sep 19, 2009 1:15 am

Siendo primera hora de la mañana, y aún se veía aparecer al sol tímido entre las nubes lejanas que parecían adornar el cielo y dejar adivinar una futura tormenta en el horizonte, lista para descargar su furia contra la ciudad esa misma tarde. En la calle desierta y solo repleta de oscuro asfalto en doble sentido y baldosas de color rosado y blanquecino ya sucio por el paso del tiempo, una leve sombra, que poco a poco va cobrando forma como si de una aparición se tratara, aparece por aquella avenida rodeada de lujosas mansiones, y coches caros aparcados en las puertas y en los amplios jardines que daban al exterior, y que se podían observar gracias a las vallas poco altas, y en algunas ocasiones, con amplio espacio entre barrote y barrote.

La figura que camina de manera ligera y con paso rápido y algo nervioso comenzaba a tomar forma de mujer, de pelo oscuro, largo y salvaje, formando unos bellos tirabuzones por las puntas de su cabello que caía por la espalda en forma de cascada castaña, con brillos cobrizos que le daban otro aire étnico. Quizás fueran sus ojos verdes brillantes lo que llamará, junto con ella misma en sí, la atención a la gente que pasaba por la calle. Esa mirada dura, ese contraste de piel pálida y cabello oscuro... Su vestimenta hoy tampoco dejaba mucho que desear, ya que los pantalones vaqueros ajustados que llevaba, y que pronto cambiaría por otros de cortos de algún pijama o algo similar. La camiseta, escotada y con olor a alcohol tendría el mismo fin que sus compañeros los vaqueros, además de la misma sustitución. Sus botas de moto repliqueaban con suela de goma contra el suelo esmaltado a cada paso que daba, a cada avanzada al infierno. Había dado una vuelta larga con el propósito de ver la cara al guardián de la puerta de su mazmorra, que con seguridad, ya había desaparecido por la puerta blindada dirección a su almena particular.

Sin mucho esfuerzo, mete la mano en el bolsillo, en el cual se encuentra una llave electrónica que abrirá ambas puertas de su vivienda, sin necesidad de despertar a nadie, y con mayor seguridad, dado que era un mecanismo simple, pero de gran eficacia. Lo que tarda en abrirse levemente la puerta, la chica se introduce en el jardín verde que adorna la entrada a la mansión que era donde hacia su vida. No se preocupa ya por ir rápido, dado que se encuentra en los terrenos paternos, y eso significaba que cuanto más tardara en abrir esa puerta de madera que guardaba sus tesoros y sus desgracias, más tristezas que alegrías, por lo que cuando tocara marcharse de aquel lugar, frío, deshabitado y oscuro, sería feliz, quizás con no todos los lujos de ahora, quizás sola, seguramente sin nadie... pero si tendría algo que nadie sería capaz de arrebatarle una vez lo hubiera conseguido: la libertad de controlar su vida a su antojo.

Por fin traspasa los muros de ladrillo forrados de madera en el interior, y mira a todos lados lanzando un leve suspiro, mientras cierra la puerta trás de sí con un poco de cuidado, temerosa de despertar a algún monstruo de debajo de la cama que bajará veloz por las escaleras en su busca para devorarla sin más dilación y sin dudarlo. Sería presa fácil de todos modos. Habiendo tenido las ensoñaciones que tocaban en esa mañana, se quita las botas apoyando su espalda en la pared de la entrada impecable, y con ellas en las manos, sube posando su otra mano por la barandilla, acariciando cada poro barnizado de la suave madera, como si fuera un pequeño cachorro falto de mimos y de caricias como ella. Alza la cabeza, y con ello su mirada esmeralda hacia arriba y sus ojos se deslizan por el piso de arriba, intentando encontrar gracias la leve luz que se filtraba por el ventanal del fondo del pasillo, su habitación, o al menos la de invitados, dado que no le importaría dormir allí tampoco, que también era su casa, pero necesitaría encontrar su habitación para poder cambiarse de ropa.

Realizando el mismo ritual que todas las mañanas al despertarse, tira su ropa al suelo en la puerta del cuarto de baño de su habitación, y poco después se escucha el grifo y el olor a agua y a champú se percibe ligeramente por el pasillo. Un ruido fuera, como si una puerta se cerrará y otra se abriera se escucha, pero demasiado leve por el sonido de la ducha de Jane, que parece ocultar todos los sonidos que no fueran los suyos propios. No tarda mucho en salir, con el pelo mojado, oliéndole a una mezcla de flores exóticas y cubierta por una toalla morada que ocultaba a la vista de los posibles indeseados, su cuerpo desnudo. Se desliza por la habitación descalza, dejando que algunas gotas de agua resbalen por su pelo, desde la raíz hasta las puntas, dejando un reguero de agua en el camino que recorre desde el baño hasta su armario, del cual coge unos pantalones cortos negros, y una camiseta ancha y blanca. Lanzando con fuerza la toalla sobre la cama, atravesando las sutiles y semitransparentes que cubrían a ésta, se viste, mojando sin darse cuenta apenas su camiseta.

Minutos después, se la ve bajar por las escaleras de mármol con una carpeta llena de papeles algo desordenados, pero con un orden especial para ella. Su pelo por detrás forma ya algunos tirabuzones, y apenas se la oye caminar por el suelo, ya que su pies están descalzos y si protegerse del frío que desprende aquel suelo de mineral. Cruza la entrada a zancadas, internándose en su mundo, en su único mundo, al cual le pertenecía como el aire que estaba respirando, como la ropa que llevaba...Ese era un ambiente sagrado para ella, como si de un templo en el cual los dioses se presentaban para verla, saludarla y más cosas se tratase. Allí se dejaba inspirar por la música que sonaba a través del piano, y que eran sus dedos los cuales creaban esas melodías que la habían perderse en mundos desconocidos, en historias sin fin que volvían de nuevo a ser resucitados cuando otros días se continuaba la canción. También los sentimientos la envolvían como si una manta de lana se tratase, o una suave capa de seda, todo dependía de la canción y del sentimiento.

Cuando se sitúa frente a al piano, no duda ni un instante, y en su cara, una sonrisa de felicidad y inocencia aparece y cubre su rostro de porcelana, mientras su cuerpo se desliza y se sienta en el banco frente al piano. sus dedos largos y delgados acarician las teclas que parecen hechas de marfil y ébano, y es entonces cuando las notas empiezan a bailar sobe el aire, juguetonas, simples, bellas, entrelazándose unas con otras con el fin de crear una suave línea que no se separe, y que pueda envolverla por completo.

No escucha los pasos que bajan también por las escaleras de mármol, nada parecidos a los suyos, finos y delicados, estos eran fuertes, sonaban robustos. Los pasos se acercan a la sala de música, donde Jane tiene su templo intocable. Se paran en la puerta, y por ahora no se atreve a entrar, pero no es descartable que la bestia se interne en el paraíso de la doncella.


- ¿A qué hora has llegado? -pregunta con voz dura y grave, autoritaria como la que más, no por eso tenía madera para lo que trabajaba, no por ello no había sido él el que había acabado como su esposa, sabiendo sus enemigos que aquel hombre musculado de metro noventa era difícil de hacer desaparecer del mapa, salvo cuando él. Tenía el mismo pelo que Jane, oscuro, pero las canas empezaban a adivinarse por los laterales de su cabello, dejando ver que su edad rondaba ya quizás los cuarenta o cincuenta, pero conservándose como un hombre de treinta y pocos. Seguramente fuera su vida la que le hacia conservarse así.

- Hace una media hora aproximadamente -contesta ella sin mirar a su padre. No le tenía miedo, ninguno. Se lo había perdido el primer día que le dió una bofetada que la tiró al suelo, dejandole claro que no podía dejar que aquel ser que allí tenía frente a ella dejara que oliera, o leyera su miedo. Se alimentaría de eso si alguna vez dejaba que la niña que aún era en su interior saliera en busca de un poco de aire para respirar y despacio para crecer tranquila y en paz, a pesar de que se negaba en madurar, temerosa de que el mundo de fuera tuviera el mismo aspecto que ese.

Se dispone a levantarse, mirando con sus ojos verdes a su padre, mientras el hombre observa cada movimiento que realiza con sumo cuidado y cautela, como un león que espera el mejor momento para atacar a su presa, pero en este caso eran padre e hija en una lucha de miradas y de corazones, intentando vanamente averiguar quien era el que más soportaríaa aquella tensión, y quien daría el primer movimiento.

No tardó en darlo Jane, cansada de esa absurda tragicomedia en la cual se estaba transformando aquella escena grotesca. Intentó caminar hacia la puerta, pero sus pasos eran cortos, sabiendo que eso traería represalias, incluso sabía de que magnitud serían, dado que había aprendido a averiguarlo dependiendo de la mirada de su padre, o incluso de la posición en la que se ponía, y por mucho que intentara esquivar el golpe, otra mano aparecía de la nada, y se estampaba contra su cara o cualquier otra parte de su cuerpo, empujándola contra una pared, y en algunas ocasiones, contra un mueble.


- ¿Dónde te crees que vas? No he terminado de hablar contigo -su mano, considerablemente más grande que la mano de la chica, comenzó sujetar con fuerza el brazo de Jane, haciendo daño a ésta, casi de manera intencionada, creyendo que el uso del dolor en aquella muchacha, sería la mejor opción para enseñarla a obedecerle, si darse cuenta que ese método vil y cruel no hacía salvo lo contrario, menos obediencia, y menos cariño.

- ¡Suéltame! -le grita sabiendo el error que acaba de cometer, pero sin arrepentirse de él, dado que no podía caer ahora de la torre de hielo tan alta que había construido. Le mira, esperando la respuesta que obtendría, y que rápidamente tendría que evitar como pudiera.

Todo es demasiado rápido para ella, por lo que no le da tiempo ni a reaccionar cuando nota los ojos grises de su padre sobre ella, y la mano sobre su rostro como un mazo ardiente que deja roja la zona. Por fin pisa la habitación, se interna en ella sin respetar la armonía que allí reside en paz, feliz hasta que el odio y el rencor la corrompen transformándola en dolor y en llantos ahogados que no se permiten salir salvo por rabia y por temblores. La siguiente bofetada resuena más fuerte, y echando hacia atrás el cuerpo de Jane, ésta tropieza con algo que se situaba en el suelo, una mesa, o algo similar que la hace caer de espaldas, y dar su espalda contra el borde de la mesita, haciendo que grite de dolor. La fuerza incontrolada de aquel hombre hacia que siempre acabara igual, con el cuerpo destrozado. La zona de la cara, junto con al de la espalda, se estaban hinchando cada vez más, por lo que Jane, con la mirada fría, se levanta como puede, notando que cada movimiento que realiza su espalda se resiente. Comienza a caminar, sin mirar al que es su padre, con pasos rápidos, pero que dibujan en su rosto expresiones de dolor imborrables durante un par de días. Sin mira a atrás, la chica desaparece escaleras arriba, dando la espalda al hombre, dejando que una lágrima caiga por su mejilla.


Él se queda allí, como siempre hace, mirando el escenario que ha visto los golpes que el cuerpo de Jane se ha llevado. Coge las hojas de papel tiradas por el suelo, metiéndolas y ordenándolas con cuidado, como si fueran a romperse con solo posar la vista sobre ellas. Es entonces cuando lee el titulo de una canción. Suspirando, sale de la habitación, dejando la carpeta sobre la mesa del recibidor, leyéndose el titulo de una partitura... "Trátame bien"
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Mensaje  Joe Schmeichel Lun Oct 26, 2009 10:01 pm

Merodea durante unos instantes cerca de la casa, aunque no habia necesidad de hacer un reconocimiento exhaustivo de esta, pues ya había buscado maneras de entrar otras veces, sin embargo siempre parecia haber alguien en el interior, y no le agradaba especialmente tener que tratar con los dueños de forma... corrupta. Generalmente se trataban de personas entradas en edad, y en el Red & Black es ciertamente vergonzoso aspirar a poder unicamenter verselas con alguien así. Sin embargo hoy la casa parecia mas solitaria y tranquila que de costumbre, incluso le pareció ver la limusina del dueño hace rato en la Gran Avenida. No dudaba que tuviera un negocio o reunión importante, y de ser así, seguramente tardaría en volver. Él solo necesitaba algún objeto de valor, joyas que vender o, a poder ser, y más cómodo, encontrar algo de dinero. Mucha vigilancia, mucha vigilancia, pero con su impresionante físico Joe consigue colgarse de uno de los balcones, y haciendo un sobreesfuerzo terminar en este, tirado en el suelo. Se levanta tratando de no armar mucho mas jaleo y se cuela por una de las ventanas abiertas, aterrizando en un largo corredor que parece no tener fin. Joder, es incluso mareante.

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Mensaje  Jane C. Jaffe Lun Oct 26, 2009 11:18 pm

Jane se encontraba dormida en su cama, después de la sesión de piano de aquella tarde y la noche anterior de haber estudiado estaba bastante muerta, pero no quería levantarse aún, por lo que permanecía con los ojos cerrados y arropada hasta arriba con una suave sábana. No hacía frío, pero a pesar de ello, su costumbre de estar tapada le podía más que el propio calor, pero ya se encargaba en sueños de destaparse si hacia falta, o inluso de destrozar la colocación de la cama que tanto le costaba hacer por la mañana al despertarse.

La modorra parecía estar llegando a su fin, por lo que abre sus ojos verdes, mirando al techo durante unos instantes y suspira, estirandose cual gato callejero antes de levantarse. Prefiere quedarse en la cama, descansando, sin obligaciones, pero tenía que volver a estudiar lo que la noche anterior se había dejado.

Se queda en pijamam sabiendo que no esperaba ninguna visita, y de hacerlo, ese día apsaría de abrir, no le interesaba... además, las personas que no le importaba que la vieran con ese aspecto no osarían pasarse por allí sin asegurarse antes de que estaba ella y no su padre...
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