Upper Street, 3

Por fin llegamos a nuestra calle y vuelvo a mirar la dirección para no pasarme de número. Cuando por fin la localizo, intento aparcar lo más cercano posible a nuestra casa. Le doy un empujoncito a mi padre en el hombro, lo justo para que se despierte, y anuncio:
- ¡Hemos llegado!
Paro el motor y me bajo sacando las llaves del coche y metiéndolas en uno de los bolsillos de mi peto. En la puerta nos espera la casera, una señora de unos 60 años con un perrito en su regazo. Espero a que mi padre se baje del coche y nos acercamos a ella para recoger las llaves.
Entablan una conversación poco interesante sobre el pago del alquiler, fijando las fechas límites en las que el dinero debe estar en manos de la propietaria, así que me adentro en la casa sin esperar a que terminen de hablar.
Desde la puerta de entrada puedo ver la escalera, que se alza a la derecha, de frente; una habitación al fondo, siguiendo una línea recta desde la puerta de entrada; y a la izquierda, bajo un arco, sin puertas, está la entrada a otra estancia.
Me dirijo a la izquierda y me encuentro con el salón, pequeño pero acogedor. Para dos personas no hace falta mucho más... Y el sofá es cómodo. Además, tiene chimenea, dato que no me esperaba. Encima de la estantería de la chimenea se encuentra el televisor, antiguo, pero enciende.
Salgo del salón y sigo hacia delante. Justo antes de llegar a la cocina encuentro que hay otra puerta que da paso a un pequeño aseo, en el que sólo hay el WC y el lavabo. Sigo hasta la cocina, amplia y luminosa, pero sosa. *Bueno, habrá que decorarla más adelante*, pienso.
Subo hasta el primer y único piso y entro en la primera puerta a la derecha. El baño. Sigo adelante, y la segunda puerta que hay a la derecha es una habitación, que supongo será la mía. Enfrente de la puerta de mi habitación, ya adjudicada, se encuentra la habitación principal. Las estancias no es que sean muy espaciosas, pero son justo lo que necesitamos para vivir a bajo coste.

Escucho que llaman al timbre. *Vaya, ¿primera visita?*, pienso, divertida. Sé perfectamente quién es.
Bajo las escaleras a toda prisa y abro con naturalidad la puerta mientras que con la otra mano saco las llaves de la casa y las muevo delante de sus narices.
-Toda tuya la casa, papá -le digo, mientras me quita las llaves con cara de mosqueo fingido-. Voy a descargar el coche, pero no tardes, que sabes que tu hija no destaca precisamente por su fuerza...
Voy hacia el maletero y saco un par de cajas... Esperé diez minutos apoyada en el coche pero como no venía nadie a socorrerme decidí que era suficiente por un rato. Cerré el coche con la llave y cogí las dos cajas como pude en dirección a la casa.

Después de sacar todas nuestras pertenencias (las pocas que poseíamos a estas alturas) y ordenarlo en las habitaciones correspondientes, me siento con ganas de despejarme un rato y así explorar los alrededores. Me despido de mi padre dejándole bien acompañado con la televisión y cierro la puerta de entrada de un portazo cogiendo antes una de las copias de las llaves que nos ha entregado la casera horas antes.

Llego a casa tras la rave medio aturdida, sin saber qué hora es, aunque seguro que despuntando el alba y paro un momento frente a la puerta de entrada para atusarme el cabello y recolocarme la ropa. Con un poco de suerte, mi padre aún seguía dormido o se había ido a trabajar, dependiendo de la hora que fuese, así que podría meterme en la cama y recuperar un poco el sueño que había perdido.
Metí, finalmente, la llave en la cerradura y todo estaba en calma. Había un post-it tras la puerta: "Nena, turno de noche, llegaré a las 9am. Dejo el móvil en casa. Si tienes algún problema, llámame a la Comisaría."
*Perfecto, son las 7am. Aún tengo dos horas para que parezca un accidente*, pienso, irónicamente. Tras esto, me meto en la ducha para despejarme un poco y, envuelta en una toalla, me tumbo en mi cama para rememorar el fin de fiesta...


FLASHBACK:
**Tras beber demasiado rápidamente mi segundo cubata de la noche y escapar clandestinamente de la pista de baile y del acosador patético, me comienzo a sentir mal para darme cuenta de que en el fondo de mi vaso hay, aparte del líquido negro del ron con cola, restos de alguna sustancia blanca, que al parecer, viendo algo borroso con sólo 2 bebidas, no me había sentado muy bien. Le arranco prácticamente de las manos el vaso del chico que tenía a mi lado y que había pedido lo mismo que yo para comprobar su interior, pero casualmente está inmaculado, con la única sustancia que debía estar en su interior. Vuelvo a dejar su vaso en la barra, sin dar explicaciones de a qué venía aquella reacción, y salgo disparada al baño, todo lo rápido que me permite el gentío y mi desorientación. Me parece ver a Dita por el camino acompañada de una chica y un hombre, pero pienso que lo mejor es seguir mi camino.
Me encaramo a una de las tazas de WC disponibles y me meto los dedos en la garganta para echar lo que fuera que hubiese ingerido... *Menudo regalito a cuenta de la casa*, pienso. Ya le cantaría las cuarenta al camarero cuando mi equilibrio fuera algo más estable. Espero hasta que se me va aclarando la mente y todo comienza a dejar de dar vueltas a mi alrededor y me acerco a uno de los grifos que funcionaban para echarme agua en la cara.
Algo más despejada, me aproximo a la puerta con furia contenida y caigo en la cuenta de que la puerta está bloqueada. De repente, la música ha dejado de sonar para mí y ya no se escuchan voces al otro lado de la puerta.
*Oh, joder... ¿Cuánto tiempo llevo aquí metida?*, comienzo a lloriquear como una niña pequeña con los puños cerrados frotándome los ojos producto del cansancio. Me percato de que llevo el móvil encima, pero, ¿a quién podía llamar? Ni siquiera tenía el móvil de Dita y no había hecho más amistades en la rave. Así que sólo tengo una opción: justo encima de uno de los retretes hay una ventana. Me subo al WC y exploro la zona... siempre podía caer encima de los contenedores y que amortiguaran la caída.
Me dispongo a ello, y subo a la cisterna tambaleándome temerosa de que ésta no soporte mi peso, más por lo antigua de ella que por mi masa corporal. Abro la ventana con dificultad pues estaba oxidada y, gracias a Dios que soy estrechita y no tengo mucho pecho, logro deslizarme a través de ella.
Por fin logro salir a los exteriores e intento recordar el camino que había seguido con Dita hasta la Plaza de las Siete Colinas, pero de nada me sirve. Vagabundeo un poco por el barrio, suerte que a estas horas todo el mundo, o al menos quien tuviera un colchón, dormía, hasta que me encuentro con un amable sin techo que me indica el camino más rápido para salir de allí.**

Caigo rendida en un profundo sueño en cuanto poso la oreja sobre la almohada hasta que el sonido de mi móvil me despierta. Un mensaje.
Alguien me invita a una fiesta de disfraces en el Red & Black para la semana próxima. ¿Alguien? Con seguridad es Dita. Pero... ¿cuándo leches le he dado yo mi móvil a Dita? Supongo que de camino a la rave... Y sobre todo, ¿por qué ostias no tuve yo su móvil la noche anterior para que me sacara del baño? Vale, nota mental: tengo que dejar de ser tan jodidamente lenta y pedir de vuelta los números de teléfono. Apuntado, conciencia.

**

Llega el día y aún no tengo disfraz que ponerme. Tras dudar entre dos, uno demasiado provocativo y otro aún provocativo pero menos, escojo el segundo, para intentar llamar menos la atención si es que se puede...
Me visto, maquillo y calzo los tacones más altos y que mejor iban con el atuendo y, con un abrigo por encima y dinero en un sitio que no fuera de fácil acceso, salgo camino a la fiesta, con la dirección apuntada en un papelito que llevo en el bolsillo de mi abrigo. Allá vamos, démonos a conocer por la ciudad.