Re: El Lago Waterpeace

**Edward Carnby** Vie Sep 25, 2009 10:22 pm

Apoya un codo en la toalla y se queda semi tumbado para estar más cómodo, aunque en cuanto se percata de que es de las de darles la mano y tomarte el brazo le arrebata de los dedos un par de cigarrillos que le ha cogido de más. Recoge de la toalla el zippo y se enciende uno, notando la piel de gallina por el contraste de temperatura pero sin incomodarle lo más mínimo.

La chica no parece muy participativa, de hecho tiene la sensación de que no lo traga y eso que no lo conoce... Pero a eso también está acostumbrado. Aún así se aburre, así que decide sacar algo de conversación:

- Edward- Se presenta, con sus ojos azules fijos en las oscuras aguas del lago, sin mencionar su diminutivo para, simplemente, tantear al terreno.

**Sylvia D. O'Donnell** Vie Sep 25, 2009 10:38 pm

No se queja cuando le quita unos cuantos de los cigarros que previamente ella le ha mangado, en esos momentos no le parece del todo injusto que le quiten lo que por unos instantes ha sido suyo. Apenas se inmuta, la verdad es que poco le importa. ¿Qué más dará socializar con unas u otras personas? Total, a ella le importan todos de la misma forma: poco.

-O'Donnell -se presenta por el apellido, ella da poca importancia a todo lo que equivale a nombres y apodos. Después vuelve a seguir callada, nunca ha sido una persona de mucha hablar y mucho menos con gente que acaba de conocer.

Da otra calada a su cigarrillo y mira en dirección a lo que le parece que es el horizonte, con tanta oscuridad ya no sabe si verdaderamente lo es o no lo es. Por todo lo demás sigue igual: fumando, callada y sin prestar mucha atención al que está sentado a su lado.

**Edward Carnby** Vie Sep 25, 2009 10:46 pm

Capta que es el apellido y no el nombre, pero como con una cosa le vale no insiste en que le diga lo primero. Guarda silencio en lo que fuma, al igual que ella, pese a que no es de estar muy callado estas situaciones tampoco le son incómodas.

De vez en cuando agita su cuerpo para darle algo de calor, y una vez lo tiene más o menos seco se coloca de nuevo la camiseta para estar más calentito, Alterna miradas entre el lago y la chica, consumiendo un cigarrillo de forma rápida y encendiéndose otro que decide degustar de forma más lenta, pero sin abrir la boca.

**Sylvia D. O'Donnell** Vie Sep 25, 2009 11:14 pm

Sigue fumando tan pancha, sin inmutarse lo más mínimo ante la presencia del otro chico en el lugar. El silencio es algo que le gusta, ¿porqué va a destrozarlo con estúpidas e idiotas palabras? Le parece una soberana idiotez hacer eso.

De ésta manera permanece a lo suyo, terminándose el cigarrillo número tropecientos después de una larga e intensa calada. Lo apaga contra el suelo, dejando escapar el humo que se ha infiltrado hasta sus pulmones entre los labios. Casi llega a asemejarse a una chimenea durante unos instantes, hasta que el humo se desvanece y el único rastro que queda de que se ha fumado uno es la colilla y el olor.

Después, nuevamente, silencio absoluto. El cual únicamente es interrumpido por algún grillo, el viento o alguna cosa similar.

**Edward Carnby** Vie Sep 25, 2009 11:18 pm

La verdad es que, por primera vez, tiene la sensación de que ha empezado una batalla antes de ganar, el silencio no le incomoda pero tampoco le resulta agradable del todo, porque le hace pensar y cuando se pone a divagar lo hace sobre demasiadas cosas y todas a la vez, acabando hecho un lío...

Agita la cabeza de forma imperceptible para que no ocurra, cosa que consigue a duras penas y en parte gracias al tabaco... Y como se aburre se dedica a analizarla más a fondo. Tras varios minutos mirándola fijamente y de arriba a abajo, llega a una clara conclusión:

- A ti te he visto antes...- Murmura, entornando los ojos de forma gradual.

**Sylvia D. O'Donnell** Vie Sep 25, 2009 11:50 pm

Sin ningún ápice de brusquedad gira la cabeza para mirar en su dirección, extrañándose de su comentario. ¿Ahora resulta que ya la ha visto con anterioridad? Curioso, realmente curioso. Escruta su mirada sin prestar mucha atención, pasándose una mano por el cabello despreocupadamente.

-¿Y se puede saber de qué? -pregunta, cortante y sin ningún índice de querer negarlo. Nunca ha pretendido ser Miss Simpatía y nunca lo conseguirá, ella es incapaz de ser simpática con alguien que no sea amigo de toda la vida. Las personas acabas de conocer le resulta... Vacías.

**Edward Carnby** Vie Sep 25, 2009 11:57 pm

No se molesta en absoluto por el tono cortante de ella, más bien le es indiferent,e él sigue rebuscandoen el banco de datos particular que supone su memoria, buscando la causa por la cual le suena. Finalmente la encuentra:

- Juraría que te he visto por el instituto... Y por el barrio también, sueles ir con Harriet, ¿ me equivoco?- Pregunta, no da a entender que sabe qué es Harriet, pero está claro que si la respuesta es afirmativa terminará por atar cabos...

**Sylvia D. O'Donnell** Sáb Sep 26, 2009 12:13 am

Ni niega ni asiente, se mantiene pensativa durante unos largos minutos. Ha acertado, por alguna extraña razón parece ser que el muchacho la conoce y sabe con quién se mueve. Si dice que no dejará muy en evidencia que miente, en cambio si dice que si... Bah, poco le importa la opinión del chico así que decide optar por lo fácil.

-No juras mal y no, no te equivocas -y nada más, tampoco va a contarle que hace un montón que no pisa el instituto y que, por lo tanto, no va a clase. Esas cosas se las guarda para ella.- ¿Por qué preguntas?

**Edward Carnby** Sáb Sep 26, 2009 12:19 am

Como esperaba, acierta, aunque se sorprende un poco al ver que le responde y no pasa de su cara, como lleva haciendo el rato que están juntos. Cualquiera que los vea desde fuera pensará cosas indebidas, una visión muy alejada de la realidad pero por suerte están solos.

Ante su pregunta se encoge de hombros, y como tampoco es de mentir o cortarse termina por tumbarse boca arriba en la toalla:

- Porque me gusta saber con quién hablo, sombrerera...- Dice como si nada mirándola de soslayo y evaluando su reacción, en realidad no está del todo seguro, pero le apetece tantear un poco más.

**Sylvia D. O'Donnell** Sáb Sep 26, 2009 12:29 am

Cuando la llama sombrera está a punto de meter la pata hasta el fondo y ponerse rígida. Por suerte y gracias a su extraño y arisco comportamiento consigue mantenerse al margen, aparentando no alterarse lo más mínimo cuando la llama de ésa manera. Una de las normas de los sombrereros es no permitir que los demás sepan que pertenecen al grupo.

-Respuesta errónea, fallaste -suena convincente, con el mismo tono de voz que anteriormente ha usado para hablar con él. Cuando corresponde sabe controlarse, incluso puede llegar a interpretar lo que no es. Lo único que pasa es que no lo hace por falta de ganas y por sus extraños principios.

**Edward Carnby** Sáb Sep 26, 2009 12:34 am

Busca cualquier gesto que reafirme su teoría, el más mínimo que indique tensión y que, por o tanto, ha acertado... Pero no encuentra ninguno, y se plantea dos posibilidades: O realmente no lo es, o es una muy buena actriz. Lo segundo le tienta mucho y aumenta la curiosidad por ella, siempre estaba bien medirse con alguien que sabía controlarse y no saltaba a la primera...

Sus palabras parecen confirmar que no lo es, pero no es la primera vez que se encuentra con uno y lo niega, aunque depsués, como ellos mismos, tenían sus propias señales... Realmmente no resultaba difícil reconocerse unos a otros:

- Ajá... A ver tu nuca- Comenta con un brillo extraño en su mirada, la acaba de poner entre la espada y la pared, y lo sabe.

**Sylvia D. O'Donnell** Sáb Sep 26, 2009 12:50 am

Ahora si que le ha dado, lo de la nuca se lo esperaba menos aún que lo de sombrerera. Cierra el puño lentamente, controlando el impulso de levantarse e irse del lugar sin despedirse ni nada. Éste sabe más de lo que aparenta, sabe como distinguir a un sombrero entre todos los demás y, por lo que parece, conoce a la jefa.

-¿Crees que hace falta que lo haga? -ya no le importa hacerlo, de todas formas ya está todo perdido. Si no se lo enseña deja claro que ella es sombrerera y si lo enseña también. Ésta ha sido una muy mala jugada, tendría que haber sido más previsora.

**Edward Carnby** Sáb Sep 26, 2009 12:55 am

Por fin ve un suave movimiento en ella que le indica que ha acertado, aunque no da señales de satisfacción o de regocijo alguno, simplemente la observa...

Ante su pregunta guarda silencio durante unos cuantos segundos, meditando la respuesta que le va a dar y lo que puede sacar de ella si tiene algo de tacto y no resulta demasiado brusco, aunque también sabe que eso de sacar información lo va a tener muy difícil:

- Nunca he visto uno de cerca... Enseñámelo.- Le pide, colocándose de nuevo sentado y esperando con paciencia, aunque su mirada oculta muchas más cosas tras ese velo azul.

**Sylvia D. O'Donnell** Sáb Sep 26, 2009 1:18 am

Mientras espera a que él termine de meditar sus cosas decide volver a darle rienda suelta a su vicio. Mete una mano en el bolsillo del pantalón y, esta vez sí, saca la caja de cigarrillos y el mechero. Abre la primera, sacando uno para llevárselo a los labios y, una vez enciende el mechero, prender fuego a uno de los extremos. Se vuelve a guardar las cosas en el bolsillo antes de dar la primera calada.

Ahoga un suspiro cuando lo escucha, menudo capricho tener que ver el símbolo. Aunque, pensándolo bien, tampoco es muy conveniente que gente ajena a los sombrereros vea su marca de distinción. Pero bueno, también es cierto que no todo el mundo sabe lo que él sabe sobre el tema.

De ésta manera y haciendo un esfuerzo titánico se acerca hacia donde está él, colocándose de espaldas. Sujeta el cigarro entre sus labios mientras con las dos manos se aparta el cabello de la nuca, dejando así visible el símbolo.

-¿Contento? -inquiere volviéndolo a cubrir. Poco tiempo le ha dado, lo más seguro es que menos de un minuto, aunque ella considera que ese tiempo basta y sobra.

**Edward Carnby** Sáb Sep 26, 2009 1:28 am

Al menos acata su petición, así que continúa esperando hasta que le da la espalda delante suya y le enseña el tatuaje. Lo analiza detenidamente, parece bueno e incluso tal vez sea el mismo que se los hace a los suyos...

Peor lo que no importa es el tatuaje, lo que importa es el significado del mismo... Y en eso, por lo que llevaba visto, ambas bandas sí que se diferenciaban, aunque tampoco tendrían por qué odiarse, pero si lo habían querido así, así sería, no iba a arrastrarse delante de nadie:

- Bastante...- Responde a su pregunta, encendiéndose otro cigarrillo e igual que ella, dándole una larga calada, pensando en varias cosas hasta que encuentra una interesante- Es curioso... No pareces una activista como para estar con ellos- Lo deja caer, por lo que había visto la mayoría eran de temperamento fácil,sólo había que ver a Harriet, aunque cuando quería sabía ser lista...

Pero tal vez a base de darle respuestas aerróneas ella se las corrija y saque información de la buena.

**Sylvia D. O'Donnell** Sáb Sep 26, 2009 1:41 am

Raro no le resulta lo que dice, es la pura verdad. Ella nunca ha sido de esas personas que aparentan formar a alguna banda callejera, se lo han dicho varias veces, pero prefiere que sea así. Esa es una de las cosas que más le gustan.

-Cierto -responde, como siempre. Sujeta el cigarrillo con una mano y deja escapar el humo antes de continuar hablando.- Las apariencias engañan, ¿verdad? Nadie se espera que alguien como yo sea como es.

Y nada más, no hace falta comentar más cosas de las que son necesarias. Nunca se ha fiado de una persona que acaba de conocer, por mucho que diga y replique una cosa ella seguirá creyendo lo que su cerebro le dicta.

**Edward Carnby** Sáb Sep 26, 2009 2:06 pm

Al menos es sincera y no busca ningún tipo de excusa para rebatirle un argumento que, en su opinión, es totalmente válido, pinta de sombrerera no tiene... Escucha sus palabras y suelta una carcajada, no está de acuerdo del todo en ese último punto, y así se lo hace saber con una mirada brillante:

- Yo diría que la gente no se espera que alguien como tú sea lo que es...- la corrige tranquilament,e dándole otra calada a su cigarrillo y meditando la posible de forma de saber algo más acerca de su banda- ¿ Qué... Requisitos pediís...?- Pregunta alzando ambas cejas y volviendo a mirarla tras haber estado mirando el frío y oscuro lago.

**Sylvia D. O'Donnell** Sáb Sep 26, 2009 4:46 pm

No sabe muy bien a que viene esa carcajada, aunque eso tampoco le importa. Idiota riéndose con una sonrisa idiota, no podría ser más simple que eso. Lo que sí la inquieta es cuando pide por los requisitos, está claro no lo quiere saber porqué sí. Éste muchacho esconde algo.

-Nadie lo sabe, no está permitido hablar de éso con gente ajena a la banda -no va contarle nada más. Una de las normas de los sombrereros es no revelar nunca información a nadie que no pertenezca a los sombrereros. A continuación da otra calada a su cigarillo, repitiendo la acción anterior de dejar escapar el humo con suma lentitud.

**Edward Carnby** Sáb Sep 26, 2009 6:30 pm

Se acaba su segundo cigarrillo en un par de cáladas rápidas y lo tira a un lado, echándose disimuladamente las manos detrás de la espalda y apoyando esta sobre ellas, si quiere saber cosas tendrá que dsimular lo que es antes de que se percate...

La escucha atentamente y mantiene la sonrisa ladeada, como evaluándola en silencio durante varios segundos:

- Ajá... A ver si me aclaro, si yo quiero entrar, tengo que hacerlo antes de conocer las normas y saber, por tanto, si me parecen adecuadas o no... Un poco injusto, ¿ no?- Pregunta de nuevo sin ánimo de ofender, pero es lo que le parece, al menos ellos daban sus princpales señas a los que querían entrar... No a todos, obviamente, primero tenían que ganarse la confianza.

**Sylvia D. O'Donnell** Sáb Sep 26, 2009 9:40 pm

Sin saber muy bien por qué le da por mirar sus zapatos y da la casualidad que lleva uno de los cordones deshechos. Colocándose el cigarrillo entre los labios apoya el pecho sobre la rodilla aún sentada sobre el suelo y estira las manos en dirección al cordón, anudándoselo como siempre hace con éstos zapatos.

Entonces escucha al chaval y ve por donde van sus tiros. Si alguien quiere entrar en los sombrereros primero debe saber cómo llevarse bien con alguno de los jefes y, por lo visto, él no lo sabe.

-Para conseguir entrar primero hay que ganárselo, saber cómo hacer es algo que se debe ganar cada uno a su manera. Nosotros no somos gente normal y corriente -ladea la cabeza para apartarse algunos mechones sueltos.

**Allan 'Mephisto' Cohen** Vie Oct 23, 2009 11:11 pm

Estaba rodeado de cretinos. Mirara a donde mirara se encontraba con cretinos de todo tipo. Esta su padre, aquel pomposo hombre de ya cincuenta años bien cumplidos que se dedicaba a decirle cómo debía diriguir su vida; y no había opción a réplica porque, dada su posición social la vida de su hijo influía en gran manera en la vida y reputación de su padre y su bienhamada esposa. Ella que se limitaba a asentir y decir con aquella voz suave suya "Haz caso a tu padre, Allan, sabe lo que es bueno para ti". Y, cómo no, él no tenía otra alternativa que asentir y acatar la orden paterna... o hacer ver tal cosa mientras ellos estuvieran delante.

¿Tanto era pedir una vida propia? Lejos de los hipócritas que gobernaban aquella ciudad, lejos de sus padres y lejos de los alumnos del St. Mary. Otro atajo de cretinos. Los había principalmente de dos clases: la mayoría pijos orgullosos de su posición, principalmente porque esta se traducía en una Visa Oro de la cual poder derrochar dinero y dinero sin quejas de sus padres salvo alguna excepción en la cual acababan castigados sin movil ni tarjeta y el mundo parecía acabarse para ellos. Y por el otro lado estaban los típicos niños ricos, los nuevos nobles, cuya finalidad era denunciar la hipocresia de la sociedad de alta alcurnia, haciendose los rebeldes y en cuyo grupo muchos solían englobarle. Cuán equivocados estaban pues bien fácil era decirse rebelde cuando se tiene una buena casa donde dormir, una buena comida y una buena ropa. A ver si siendo residentes del Red and Black distric aquellos ricos que decían rechazar sus fortunas seguían siendo tan rebeldes.

Necesitaba respirar. La realidad era como una losa que cayó un mal día sobre su pecho y le ahogaba cada día un poco más. Apenas lograba alzarla sobre él lo mínimo para respirar pero seguía teniendo la sensación de aque algún día el peso y la gravedad serían demasiado fuertes y no podría sostener la realidad por más tiempo.
¿Y qué pasaría entonces? No había forma de saberlo.

Sus pasos le habían guiado hasta el lago Waterpeace como si buscase realmente la paz en sus aguas. Era un hermoso lugar a las afueras de la ciudad. Mephisto se bajó de la moto, aparcándola fuera del cesped, en el aparcamiento cercano. Era un buen modelo regalo de su madre por sus buenas notas y porque, según ella "estaba haciendo muy buenos progresos". Él no estaba seguro de que pudieran ser llamados así, salvo que "progreso" equivaliera a callar lo que realmente pensaba, algo que parecía contentar a su madre. Pero lo cierto era que le era útil el regalo. No se consideraba por encima del dinero, por frustrante que resultase.

Mephisto se acercó hasta las orillas del lago. El agua acariciaba el cesped y un par de platos nadaban en el centro, hundiendo sus cabezas para pescar algo. Se sentó bajo la sombra de un gran árbol, cuyo tronco sería incapaz de rodear él solo con los brazos. Apoyó la espalda contra la madera, sintiendo la relajación que le transmitía la naturaleza y cerrando los ojos. Sus dedos acariciaron los cierres de la funda negra que había cargado desde Golden Hills en la moto milagrosamente. La abrió y sacó el instrumento. Un día tendría que ponerle un nombre, pensó, pero es que aún no había encontrado el adecuado. Algún día lo hallaría, estaba seguro. Tomó la pua, que llevaba a modo de colgante entre otras cosas, y, debido a la larga cadena, rasgo las cuerdas sin problemas. Un sonido mortecino brilló en el aire. Mephisto cerró los ojos, sintiendo la paz que parecía emanar el silencioso lugar, y arrancó otra nota. Y tras de esta otra, hasta convertir las notas solitiarias en una melodía.

**Dafnée Moreau** Vie Oct 23, 2009 11:36 pm

La tarde da paso al aterciopelado manto de estrellas que constituye el anochecer. La oscuridad sería casi absoluta de no ser por la flamante luna llena que pende del cielo, tiñendo de un azul místico la bóveda y reflejándose en las tranquilas aguas del lago. El efecto hace que las aguas parezcan plata fundida.

El extraño parece estar solo, pero no lo está... pronto, y antes de que el ir y devenir de la música de su guitarra se deje oír, se escucha el fluctuar del agua, cada vez más cerca. Pronto hace acto de presencia una visión que, bajo el halo lunar, podría confundirse fácilmente con alguna extraña ninfa de los bosques.

Nada como lo haría una sirena y, sin percatarse al parecer de su presencia, se incorpora fluída y parsimoniosa. El agua resbala sobre su piel lechosa de suaves curvas desnudas, creando un aspecto perlado; y el cabello rojo y ondulado, se pega a sus hombros, espalda y senos como ríos incandescentes. Suspira y cierra los ojos, flexionando el cuello hacia atrás mientras sus dedos se abren paso en monótonos círculos a través de las aguas; y cuando los abre son dos ojos pardos de aspecto felino los que contemplan la luna. Parecen... melancólicos, enigmáticos pero al mismo tiempo entristecidos y preocupados por cosas misteriosas.

Ello desaparece cuando las cuerdas de la guitarra suenan, por supuesto, y parpadea un par de veces cuando gira con donaire el rostro para clavar la mirada en el músico. Lejos de avergonzarse por su desnudez, sus labios dibujan una suave sonrisa, a medias divertida y a medias de ensoñación infantil... vuelve a introducirse en las aguas para nadar hasta él, apoyándose sin salir en una roca cercana; sin salir de nuevo, cruza los brazos y apoya la mejilla sobre ellos, con un suspiro más suave.

- Los bardos solitarios no suelen errar por el mundo sin una razón...

Susurra simplemente eso, con un susurro arruyante. Luego, se deja envolver por el hechizo de la música.

**Allan 'Mephisto' Cohen** Vie Oct 23, 2009 11:48 pm

El joven parece mirar únicamente su guitarra, con la mirada gacha. El cabello, negro como un río de azabache, como hebras de completa oscuridad, le cae por la espalda y los hombros, sobre el pecho en parte. Le llegaba más allá de la media espalda, casi hasta la cintura y había sido motivo de muchas discurisiones en el hogar de los Cohen. Su padre solo capituló por mera resignación. Mephisto recordaba bien la escena: como el honorable director del St. Mary que había "puesto derechos" a tantos alumnos problemáticos, suspiraba y dejaba caer el periódico diario sobre la mesa del desayuno antes de levantarse, colocarse bien la corbata, lanzar una mirada de clara decepción a su hijo y marcharse diciendo "Como tú veas, Allan."

El día que apareció con el piercing fue casi peor. En un principio hubo rayos y truenos y en la casa parecía haberse desatado la ira del mismísimo Zeus. Ni su padre ni su madre, por muy diferente que pudiera ser su hijo, se esperaban verle llevar un día con una bola de metal que le agujereaba el labio inferior. Tras mucha discursión venció de nuevo la resignación. En parte por su madre que, siempre en calma como las aguas del lago, intercedió. Pero ella tampoco estaba contenta y él lo sabía. Lo veía en sus ojos que le suplicaran que actuara con normalidad.
Normalidad, ¡ja!

Las aguas del lago... le pareció captar algo por el rabillo del ojo y vio como estas no estaban tan en calma. Su superficie era lisa, apenas agitada por el viento, salvo en un lugar donde se veía una cabeza pelirroja emerger de las aguas poco a poco. Como una visión, como la escena de una película mistica la joven fue aflorando más y más del lago. Iba desnuda. ¿Cómo iba a bañarse si no, con ropa? No tenía sentido. Pero lo racional del hecho no cambiaba lo perturbador de la imagen de la doncella con el cabello sobre la piel mojada y reluciente sobre la cual jugaban los rayos de la luna que brillaba en el cielo, una muda observadora del mundo.

Mephisto la observó con atención. Sus ojos no podían separarse de la misteriosa y melancólica figura pero no resultaban lascivos o imperiosos, si no curiosos. Como preguntándose que hacía una criatura de la naturaleza manifestándose ante él, un simple mortal de aspecto solitario y alma aún más solitaria. Partida. Por voluntad propia incluso.

La joven fue hasta una roca cercana. ¿Cuánto les separaría? ¿Apenas diez metros entre el cesped de la orilla y el agua que rodeaba el pequeño y aislado peñasco? Su imagen era como la de una extraña sirena.

-Quizá la razón no sea otra que la soledad -respondió con calma el músico, rasgando una vez más las cuerdas. La nota se sostuvo en el silencio nocturno antes de deshacerse otra vez en la nada-. Las nayades de los ríos tampoco se manifiestan ante los mortales sin una razón -añadió el joven devolviendole la pregunta implícita.

**Dafnée Moreau** Sáb Oct 24, 2009 8:55 pm

No parece turbarse ante la mirada del joven sobre su desnudez, sino que acentúa con su dulzura enigmática la sonrisa plasmada en sus rojos labios; no ve en sus ojos la lascivia de un monstruo, sino la profundidad de un amante de lo mágico, como ella. De su garganta escapa una amortiguada y susurrante risita, y alza la cabeza empapada con serenidad.

- La soledad... nos besa como un amante fiel. Luego anhelamos huír de ella, ¿pero podríamos? - susurra, desplegando solo una parte de su alma de poetisa. Luego, curiosamente, contrasta su expresión soñadora y eterea con una que, al torcer los labios, apoyar en ellos el índice y mirar pensativa al cielo, la asemejan más a un gato travieso que a cualquier sirena sobrenatural. Vuelve a sonreír casi con gracia infantil, mirándole de nuevo con sus felinos ojos pardos - Tal vez es que no soy una nayade, joven señor, sino tan solo una manifestación sin identidad...

Pronunciado ese enigma, le hace el sutil gesto con el índice de que espere. Con donaire se incorpora, y sale del agua como si danzara sobre nubes de fuego y hierba. Se pone de puntillas al alcanzar un árbol cercano al muchacho, recuperando de entre el ramaje sus ropas. Se viste sin prisa y no por pudor, realmente, sino porque el frío nocturno comienza a ser peligroso; pronto queda vestida con sus cortos pantalones blancos y zurcidos con encajes como los de una antigua muñeca; una camiseta blanca de manga corta rota en la zona inferior, creando así el efecto de top que deja ver su niveo torso y el tatuaje dual en torno a su ombligo (ala de ángel, ala de demonio) y los calcetines hasta medio muslo de rayas rojinegras. Como ni se había molestado en secarse, en cojunto las ropas también quedan empapadas y se pegan sinuosamente a sus curvas, aunque tal hecho no parece importarle con el trovador: no tiene miedo.

Siempre pareciendo que está en su mundo de bosques plagados de duendes, la joven hada avanza de puntillas entre la hierba y al final gatea con elegancia hasta sentarse frente a él, rodeándose las piernas con los brazos y balanceándose de alante atrás. No deja de observarle, y sus gestos aniñados contrastan mucho con la ancianidad de sus ojos.

- Quizá debamos desvelar el misterio de nuestro encuentro pronunciando nuestros nombres... - su eterna sonrisa misteriosa se tuerce, sesgada y pícara - ...o no.

**Allan 'Mephisto' Cohen** Sáb Oct 24, 2009 9:12 pm

La joven parecía un hechizo de luna, una manifestación mágica que había descendido a la tierra, porbáblemente sin el permiso de los dioses. Tal idea parecía sacada de un enamorado adulador pero a él le parece adecuada. No era la belleza, que realmente era notable, de la joven, si no su actitud. Nunca había visto en su vida a alguien se moviera con aquellos gestos, aquella gracia y aquel cuidado. Sus gstos no rompían el aire, parecían formar parte de él y el agua apenas se hondulaba con sus movimientos. Una hermosa visión, sin duda, pensó el músico aún contemplandola.

Palabras igualmente mágicas son las que afloran de sus labios como una fuente, y sin embargo más que pronunciadas parecen pensadas. El hablar tan solo era un mero formalismo. Y sus palabras son sabias a la par que extrañas ya tayentes, hablando con la habilidad melancólica de un poeta y los mismos sentimientos de alguien del Romanticismo que contempla la luna con gesto delicado y felino, antes de volver los ojos pardos hacia él de nuevo.

-La soledad es una amante que tan solo para ella nos quiere, nos araña y nos duele y sin embargo es el balsamo de nuestras heridas -susurra llevado por aquella misma magia el joven. Su voz sonó baja pero claramente audible en el lago. No era necesario hablar alto. la contempló de nuevo, manifestación sin identidad, una criatura etérea hecha carne por quien se equivocó. Tal criatura no debía ser encerrada en un cuerpo mortal. Encadenar un alma como aquella a la prisión del cuerpo era el más cruel de los delitos. ¿Quién podría haberlo cometido?

No deja de apreciar el hecho de que haber hallado una criatura así en mitad de la noche en aquella ciudad parece complétamente fuera de lugar, más propio de una de las leyendas de Becquer o un poema de Poe.

Con movimientos iguales que los anteriores, llenos de aquel encanto peculiar, ella se viste y él por primera vez advierte el hecho de que no llevaba ropa. Antes había reparado en su desnudez pero ahora fue diferente. Antes era un cuerpo desnudo, más real que ningún otro y a la vez más irreal que todos los existentes; ahora de pronto la idea de la ropa irrumpió en el mundo que rodeaba a la joven como si de una Eva se tratase. Aunque ella no pareciera usarla con pudor, pasó de estar desnuda a estar sin ropa, cosa que pronto cambió y sus ropas parecían tan extrañas como ella. Mephisto sonrió con algo de ironía al pensar qué dirían muchos de sus conocidos, pues no eran nada más, de las pintas de aquella joven. Pobre, fea, poco estilosa, dirían. Pero estarían mil veces equivocados.

Los nombres son como la ropa, piensa él. El alma no necesita nombre, el nombre es apenas un intento futil de diferenciarla y taparla, de ocultar la esencia pues el nombre no es la esencia, no nace contigo, viene después, y puede ser terriblemente erroneo.

-Las ánimas no requieren nombre -dice el joven. Un nombre, además, daría aún mayor realidad a la escena y, siendo sinceros, prefría que siguiera siendo sacada de una novela de siglos atrás-. Los nombres son cadenas impuestas, como tantas otras cosas, y en esta noche nosotros estamos libres de todas ellas.

No nos encadenemos de nuevo, no regresemos tan rápido a nuestra prisión, eran sus mudas palabras que ella comprendió. Aunque corriera el riesgo de, sin nombre, no volver a ver a la joven. Mas, ¿a un alma se la puede reencontrar? Las apariciones son cosas únicas de una vez.

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